¿Cómo rezar bien el Rosario?

Fuente: FSSPX Actualidad

La Virgen María nos ha exhortado con insistencia, por ejemplo, en cada una de sus apariciones en Fátima, a rezar el Rosario todos los días. El mes de octubre es una oportunidad para responder mejor a este mensaje de Nuestra Señora.

A algunos les parece tedioso repetir las mismas oraciones una y otra vez. Sin embargo, la repetición de una fórmula siempre realza el arte de orar; ayuda a calmar los sentidos y fija suavemente la mirada en las cosas invisibles. Es difícil fijar la mirada en un objeto, sin sentirnos cansados o distraídos por la movilidad de la mente.

El Ave Maria, en su simple y regular repetición, sostiene el movimiento del alma. No es poca cosa, ¿verdad? Muchos movimientos del alma y del corazón, como la admiración o el amor, se expresan igual o mejor en palabras que se repiten una y otra vez. Cuando las palabras saben que son impotentes, les gusta repetirse.

Las dos caras de la salutación

El "Avemaría" tiene dos partes y dos orientaciones muy diferentes.

La primera parte, que une las palabras del ángel Gabriel con las de Santa Isabel, es un movimiento de admiración y alabanza. Con las primeras palabras, el alma usa las palabras de las que el mismo Dios es autor -ya que San Gabriel habló en nombre de su Señor que le envió- y con las que nos revela que el interior de María supera a toda otra criatura en gracia y belleza natural.

La segunda parte del Ave Maria es una humilde súplica, que nos recuerda nuestra condición de pecadores y la fragilidad de nuestra condición terrena: "ahora y en la hora de nuestra muerte". La alternancia de estas dos partes representa la paradoja de nuestra condición y de nuestra vocación: todos estamos formados de una mezcla de miseria y luz, de gemidos y alegría.

La meditación de los misterios

Si nuestro rosario es solo una sucesión de Ave Marias, por hermosa que sea esta oración, corre el riesgo de convertirse en una oración mecánica y sin alma. Debemos rezar bien nuestro rosario, contemplando los llamados "misterios": cuadros evangélicos al alcance de cada uno de nosotros, que reviven ante nuestros ojos los episodios de la vida de Nuestro Señor y de Nuestra Señora.

Cada uno de estos cuadros es una puerta que se abre a la historia de la salvación. ¡Y qué alegría para el cristiano pensar en los misterios de nuestra salvación! Al ritmo del Padre Nuestro y el Ave María, las escenas de la vida de Cristo y de su Madre se convierten poco a poco en nuestra propia historia: somos nosotros quienes, con María, buscamos y encontramos al Niño Jesús en el Templo; o somos nosotros los que recibimos, con María, en medio de los apóstoles, las lenguas de fuego de Pentecostés.

Escuchemos lo que dice el gran Cardenal de Bérulle (1575-1629) de estos misterios: "Son pasados ​​en cuanto a la ejecución, pero presentes en cuanto a la virtud; y su resplandor nunca pasa, ni pasará nunca el amor con que fueron ejecutados, la eficacia y la virtud que hace que estos misterios vivan y actúen en nosotros.

"Incluso la disposición con las que Jesús operó estos misterios, es siempre viva, actual y presente para Jesús. Esto nos obliga a tratar las cosas y los misterios de Jesús no como cosas pasadas y extintas, sino como cosas vivas y presentes, e incluso eternas, y de las que también hemos de recoger un fruto presente y eterno".

En nuestro siglo de subjetivismo, el Rosario se opone a una piedad objetiva que se interesa ante todo por Dios y su Madre. El humilde rezo del Rosario me obliga a salir de mi pequeño mundo humano; a medida que avanza la oración, mi mirada se adapta al misterio, se purifica y eleva.

Teniendo todos los actos de la vida de Cristo un valor redentor, cada escena comunica a nuestra alma, según sus necesidades, una gracia de unión y semejanza con Jesús, virtud correspondiente al misterio contemplado. Método sencillo, pero muy rico, maravillosamente equilibrado y poderoso en su sencillez.

 

¿Cómo rezar el rosario?

Para ayudarnos a rezar bien esta hermosa oración y hacer fructífero nuestro rosario, serán útiles algunos consejos o indicaciones.

Primero, no intentes sopesar cada palabra; deja que la recitación se escape de tus labios, manteniendo la mirada en Nuestro Señor o en la Santísima Virgen, con dulzura y perseverancia.

Evita analizar y discurrir: esto agita y cansa. Basta con unirse a los sentimientos de Jesús o de María en el misterio en cuestión. Aportar la sencillez del corazón y el espíritu de la infancia.

Rechazando las distracciones suave y pacientemente, sin desanimarse. Nuestra Señora conoce nuestras debilidades y recompensará nuestros esfuerzos. En días de sequedad espiritual, aceptando que nuestro rezo nos parece solo material; humillándonos, siendo pacientes y tratando de permanecer en paz tendiendo la mano a aquellos a quienes se dirigen nuestras oraciones.

Para ayudarnos a alejar las distracciones, San Luis María Grignion de Montfort aconseja tener siempre presente, al rezar cada decena o nuestro rosario en general, alguna gracia que pedir, alguna virtud que imitar, algún pecado que destruir para nosotros o para nuestro prójimo. En efecto, cuando tenemos algo que obtener del Cielo, estamos siempre más atentos.

Considerar la repetición de los bienaventurados nombres de Jesús y de María como el más eficaz remedio contra nuestras miserables inclinaciones. Una simple mirada de fe a los misterios equivale a tocar el borde del manto de Cristo: "Si tan solo pudiera tocar el borde de su manto, seré salva... (Mt 9,21) porque salía virtud de él, y sanaba a todos" (Lc 6,19).

La mejor disposición para rezar bien el Rosario es evidentemente la fe: fe en la realidad contemplada, fe y confianza en una oración que tantas veces ha recomendado la Santísima Virgen. Confianza filial, contemplación admirativa y amorosa de este mundo de belleza que es el de los Corazones de Jesús y de María.

Nuestra oración fructificará en la medida en que tengamos la firme convicción de que, en cuanto empuñamos con fe nuestro rosario, nos ponemos en comunicación con la Virgen María y vamos a obtener muchas gracias de ella que es nuestra Madre y nuestra abogada en el Cielo.

Estar en comunión con los misterios

La palabra "meditación" sobre los misterios puede ser engañosa. En realidad, es menos un discurso intelectual sobre las escenas de la vida de Jesús que un esfuerzo de estar en comunión con la realidad de los misterios.

El Padre Vayssière (1864-1940), religioso dominico, escribió: "Reza cada decena, menos reflexionando y más comulgando, sobre todo con el corazón, con la gracia del misterio, al espíritu de Jesús y de María como el misterio nos lo presenta".

Se trata, por ejemplo, de revivir el misterio de la Anunciación pidiendo a la Santísima Virgen que nos introduzca en el espíritu de humildad que tenía en el momento en que el ángel le anunció que sería la Madre de Dios, para que este espíritu de humildad impregne nuestras vidas.

Al Padre Vayssière le gustaba hacer la conexión con la comunión eucarística. Así como la comunión nos transforma en aquel que recibimos, Nuestro Señor Jesucristo, el Rosario nos transformará en aquel que contemplamos en los misterios, Jesucristo; y realiza esta transformación a través de la acción materna de María. El Ave Maria pone en acción la gracia de la maternidad de Nuestra Señora, por la cual nos transforma en su Hijo Jesús.

Responder al llamado de nuestra Madre

La insistencia con la que la Santísima Virgen ha recomendado esta oración indica que fue ella quien la inspiró. Respondamos a sus llamados urgentes, y tomemos ya la resolución para este mes de rezar más y mejor nuestro rosario.

Y como los buenos hábitos ayudan a nuestra lealtad, fijemos un horario regular para ponerlo en marcha. Dejemos el teléfono durante veinte minutos. Ya que a menudo es más fácil mantener juntos una resolución, unámonos con otros para recitar esta oración.

La Iglesia recomienda rezar el Rosario en común, especialmente donde es más fácil, en familia. Una familia que reza el rosario es bendecida del Cielo: "El rosario rezado por toda la familia, dijo Pío XII, el rosario que rezan todos en común, pequeños y grandes, que reúne, por la tarde, a los pies de María, a aquellos que las labores del día habían separado y dispersado".

¡Cuántas gracias contenidas en el Corazón de Nuestra Señora, que solo quieren ser derramadas sobre nosotros y sobre nuestras familias si las pedimos en la oración!

Padre Hervé Gresland