El obispo de Roma escribe a su clero

Fuente: FSSPX Actualidad

"El clericalismo es el enemigo". El famoso apóstrofe de Léon Gambetta pronunciado en 1877 resume la reciente carta del Papa Francisco al clero romano. Una exhortación espiritual en el contexto del proceso de reforma del Vicariato de Roma, iniciado el pasado mes de enero a costa de un gran crujir de dientes.

En pleno verano, el 5 de agosto de 2023, en memoria del milagro de Santa María de las Nieves, los sacerdotes y diáconos de la Ciudad Eterna –de la que el Papa es obispo– recibieron una carta que hizo rechinar varios dientes.

En efecto, el Papa habla en dicha carta sobre lo que se ha convertido en un tema común de su predicación: la denuncia de la "mundanidad espiritual" -un concepto tomado del jesuita Henri de Lubac (1896-1991) que Francisco reelaboró ​​y sintetizó así:

"Una forma de vida que reduce la espiritualidad a la apariencia, cuando nos dejamos fascinar por las seducciones de lo efímero, la mediocridad y la costumbre, las tentaciones del poder y la influencia social, y también por la vanidad, el narcisismo, la intransigencia doctrinal y una forma de esteticismo litúrgico..."

Dentro de este revoltijo donde se pueden almacenar fácilmente todas las oposiciones al Papa actual -especialmente las que emanan del vasto mundo tradicionalista- encontramos también un "formalismo hipócrita" y especialmente el "clericalismo" que consiste en "vivir la vocación de manera elitista, encerrándose en su propio grupo y levantando muros hacia el exterior".

Según el pontífice argentino, "los síntomas del clericalismo son precisamente la pérdida del espíritu de alabanza y de gratuidad gozosa, mientras el demonio se infiltra alimentando la queja, la negatividad y el descontento crónico con lo que está mal, ironía que se convierte en cinismo".

Esta exhortación espiritual se debe leer teniendo en cuenta el proceso de reforma del vicariato puesto en marcha por el actual Papa el pasado mes de enero, mediante la constitución apostólica In Ecclesiarum Communione. Un documento que no deja de generar reticencia, y con razón.

Porque al hacerlo, el Papa Francisco claramente tiene la intención de tomar el control de los asuntos cotidianos de la diócesis romana. Se refuerza la autoridad del consejo episcopal, para convertirlo en "el principal órgano de la sinodalidad" del vicariato. El cardenal vicario que ejercía desde 1988 "la alta y eficaz dirección del vicariato" es ahora designado como "auxiliar" del Papa.

También se renueva el Consejo Diocesano para los Asuntos Económicos, que asiste al Papa en la gestión de las finanzas y el patrimonio de la diócesis, mientras que se instituye una Comisión Independiente de Supervisión compuesta por seis miembros "de competencia certificada legal, civil, canónica, financiera y administrativa, libre de cualquier conflicto de intereses". Todos son nombrados por el Papa.

Posteriormente, el 22 de mayo, el clero romano se enteró de los nombramientos de Gianmarco Capra para la dirección de la Oficina del Patrimonio -es decir, la gestión de las finanzas- y de Cristiana Odoardi como responsable de recursos humanos: esta última ocupaba el cargo de directora de recursos humanos en ALD Automotive.

Fue una auditoría realizada el año pasado -encomendada a Alessandro Cassinis Righini, exmiembro de la firma auditora Deloitte- la que convenció al soberano pontífice de realizar cambios profundos en la organización del vicariato, poniéndolo bajo su control y designando a laicos en puestos clave.

Este enfoque está más ampliamente en línea con la continuación lógica de las acciones tomadas recientemente por el Papa Francisco para recuperar el control, ya sea en relación con el Opus Dei, Caritas Internationalis, la Orden de Malta o el movimiento Comunión y Liberación.