Estados Unidos: la vacilante llama del wokismo

Fuente: FSSPX Actualidad

Claudine Gay

En tres semanas, las presidentas de dos prestigiosas universidades estadounidenses se vieron obligadas a dimitir: decisiones celebradas por el campo conservador, que acusa a las elites intelectuales de laxismo ante la revuelta antiisraelí de algunos estudiantes, y de apoyo al wokismo dentro de los recintos universitarios.

Menos de un mes después de su audiencia, el 5 de diciembre de 2023, ante la Cámara de Representantes, que les exigió una explicación respecto a las violentas manifestaciones contra Israel en sus universidades, Liz Magill, presidenta de UPenn, y Claudine Gay, directora de la Universidad de Harvard durante solo seis meses, tuvieron que hacer las maletas.

El caso de Claudine Gay es emblemático del sismo que sacude la esfera wokista desde el inicio de las hostilidades entre Israel y Hamás. La académica tomó las riendas de Harvard a finales de 2022, a raíz del movimiento Black Lives Matter que, asociado a la ideología de “género”, ha remodelado el entorno académico en Estados Unidos.

La académica cometió un error el 5 de diciembre de 2023. A la pregunta de los Representantes: “¿los llamamientos al genocidio de los judíos [en su campus, NDLR] violan las normas contra el acoso vigentes en Harvard?”, la presidenta dudó antes de responder: “ese podría ser el caso, dependiendo del contexto”. Su suerte estaba echada, sobre todo luego de que se supo que la presidenta de Harvard había sido culpable de plagio en el contexto de sus trabajos de investigación...

¿Cómo llegaron los defensores del wokismo a tal grado de ceguera? Un eminente jurista estadounidense, el profesor Robert George –un católico conservador reconocido por sus posiciones provida– explicó al National Catholic Register, el 4 de enero de 2024, que el episodio de Claudine Gay “revela una gigantesca doble moral que la opinión no sospechaba”.

George explica que en los campus estadounidenses, la libertad de expresión protege a los manifestantes propalestinos cuando cantan "Desde el río hasta el mar", pero "no a los estudiantes o profesores que cuestionan la ideología transgénero, las preferencias raciales en la contratación y las admisiones, ni a aquellos que defienden el matrimonio como una unión entre un hombre y una mujer”. Sin embargo, ya nadie se deja engañar por esta hipocresía.

Según la filósofa Julie Girard, el mecanismo de esta doble moral denunciada por Robert George tiene sus raíces en la esencia misma del wokismo: "liberándose del concepto universal de violencia y redefiniendo sus límites, como redefinió los del género o la raza, el wokismo ha ido forjando gradualmente la idea de una violencia identitaria de carácter hiperreactivo.

“Esta hiperreactividad actual se hace eco de una hiporeactividad de los partidarios de Hamás, que minimizan, a pesar de los hechos, la monstruosidad de la violencia cometida, con el pretexto de que está justificada”, analiza. Y llega a la siguiente conclusión: "Al desnaturalizar la violencia, estos fenómenos socavan los cimientos de los valores universales en los que está cimentada nuestra humanidad".

Un fenómeno que el escritor y periodista estadounidense Rob Dreher –autor del libro Live Not by Lies: A Manual for Christian Dissidents– vio venir desde hace varios años en Estados Unidos: “es un totalitarismo blando, que promete saciar una sed interior, luchar y defender una sociedad más justa que libere y defienda a las víctimas históricas de la opresión.

“Se adorna con los símbolos de la bondad demonizando a los disidentes para proteger los sentimientos de las 'víctimas' y lograr la 'justicia social'. El culto contemporáneo a esta justicia social identifica a miembros de ciertos grupos sociales como agresores, luego los convierte en chivos expiatorios y proclama que su represión es una cuestión de justicia”, explica.

Rob Dreher advirtió en 2021: "La amenaza de esta nueva ideología pesa sobre cada uno de nosotros. Hoy en día, aquellos que no siguen la línea del partido woke pueden ver sus negocios, sus carreras y su reputación destruidas. Son excluidos de la esfera pública, estigmatizados o incluso demonizados como racistas, sexistas, homofóbicos, etc.".

Pero desde el 7 de octubre las máscaras han caído, como al final del carnaval. Todavía es un poco pronto para decir que este avatar de uno de los progresismos más “transgresores” perdió la guerra, pero aun así perdió por primera vez en el campo de batalla. El horizonte no es tan oscuro como a veces parece, y 2024 da motivos de esperanza, tanto en Estados Unidos como en Europa.