Fiesta de San Juan, Apóstol y Evangelista - 27 de diciembre

Fuente: FSSPX Actualidad

Tombeau de l'Apôtre Saint Jean l'Evangéliste, à Ephèse

San Juan es el Apóstol virgen, premiado con la corona de los que han vencido su carne. Llegó a ser el discípulo predilecto de Jesús, y hasta tuvo el privilegio de reclinar su cabeza sobre el pecho del Señor en la Cena. A San Juan debemos las páginas más hermosas acerca de la divinidad del Verbo Encarnado; de ahí que se le representa como águila caudal que se cierne en las alturas. También se ve ornado con la palma del martirio, porque fue sumergido en un tambor de aceite hirviendo, del cual salió incólume. 

Vida de San Juan según San Jerónimo (Lecciones del Breviario Romano para el 27 de diciembre).

Juan, el apóstol amado de Jesús, hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Santiago, a quien Herodes mandó decapitar después de la pasión de Nuestro Señor, emprendió la tarea de escribir el Evangelio. Lo hizo a pedido de los obispos de Asia, para luchar contra Cerinto y los otros herejes, y especialmente contra la doctrina que empezó a surgir de los ebionitas, quienes afirmaban que Cristo no existía antes de María. 

El decimocuarto año de Domiciano, durante la persecución impulsada por este emperador, la segunda después de la de Nerón, San Juan fue relegado a la isla de Patmos, donde escribió el Apocalipsis, que fue interpretado por San Justino, mártir, y San Ireneo. Después de la muerte de Domiciano, el Senado anuló rápidamente sus actas, que se caracterizaban por una crueldad absoluta. Bajo el gobierno de Nerva, San Juan pudo regresar a Éfeso y permanecer allí hasta la llegada al poder de Trajano. Fundó y gobernó todas las Iglesias de Asia; finalmente, abrumado por la vejez, murió, sesenta y ocho años después de la pasión del Salvador, y fue enterrado en la misma ciudad de Éfeso.

San Juan Evangelista permaneció en Éfeso hasta su vejez. Como apenas podía ir a la Iglesia sino en brazos de sus discípulos, y no podía decir muchas palabras seguidas en voz alta, no solía hacerles otra exhortación que esta: "Hijitos, ¡ámense unos a otros!" Finalmente, sus discípulos y los hermanos que le escuchaban, cansados de oírle decir siempre lo mismo, le preguntaron:  Maestro, ¿por qué siempre nos haces esta recomendación? La respuesta que siguió fue digna de San Juan: Porque este es el precepto del Señor, y su solo cumplimiento es más que suficiente".